Introducción
“La
vida continuará mientras haya quien cante, quien baile, quien cuente historias
y quien las escuche” – Oren Lyons[i]
El cuento es el hechizo primordial, el
primero de todos, el que le da forma al mundo y a los viajeros que por él
andamos. Vamos caminando por un mundo tejido de cuentos, los que nos contaron
de niños –con hilos multicolores- sobre la vida y las personas, sobre nuestro
clan y los dioses, sobre el corazón y sus razones, y ¡por supuesto! los cuentos
que nos contaron padres, hermanos, abuelos sobre nosotros mismos dando forma a quienes
somos.
Vamos caminando por un mundo tejido de
cuentos, los que compartimos con otros hechizándolos un poco y los que sólo son
nuestros y que al contárnoslos en la intimidad de la mente nos hechizan por
completo.
Vamos caminando por un mundo tejido de
cuentos, por un mundo inacabado que crece cuando al contarlo volamos en lomos
de dragón hacia tierras desconocidas, un mundo que se hace más amplio cuando lo
miramos con ojos distintos, dejando los nuestros y poniéndonos los de la
guerrera y el príncipe, los del duende, el genio y la doñita que vende churros,
los del viejito sonriente, los del diablo bailarín y los de la niña que a todos
ponía a volar con su risa; un mundo que se hace más profundo cuando los
senderos del cuento nos llevan hacia adentro, a cuevas y cañadas, a ríos
subterráneos, a cenotes llenos de tesoros y a cada uno de los enormes palacios
que habitan la geografía de nuestro corazón.
Vamos caminando un mundo tejido de cuentos,
un mundo inacabado que queda chato cuando sólo se escucha una historia, cuando
la voz se desgasta y el cuento en vez de nacer de nuevo –fresquecito- se vuelve
una triste y repetida imitación de sí mismo.
Somos una especie andante y contante, vamos
de un lado para otro sin parar de contar. No cabe duda que los viajes ilustran,
que amplían nuestros mapas del mundo tanto exterior como interior… pero ¿y los
cuentos? ¿Por qué seguimos narrando sin cesar? ¿Cuál es la razón por la que el
cuento hechiza a niños y a adultos sin distinción, cómo es que detiene al
tiempo y transforma el espacio a nuestro alrededor?
Desarrollo
Yo no me dedico a la narración; mi oficio es
conversar con grupos de adultos para facilitar aprendizajes de algo que ahora
llaman “habilidades suaves” (esas cosas intangibles que van de la comunicación
a las actitudes, los patrones de pensamiento, la creatividad, la motivación o
el liderazgo) y siempre me ha parecido asombrosa la manera que en mis cursos,
talleres, conferencias y diplomados el cuento se vuelve un elemento central.
Adultos que con frecuencia viven inmersos en la preocupación, la urgencia y la
necesidad de obtener resultados, cuando se permiten llegar al cuento sonríen,
se relajan, se asombran, sueñan de nuevo o derraman lágrimas… se humanizan.
¿Cuáles son las profundas necesidades humanas
que cubre la narración?
Aún en
un aula, sala de conferencias o salón de reuniones, los que estamos presentes
cuando el cuento ocurre encontramos:
a) Una estrategia para el disfrute. Una cerveza sudadita en un día caluroso.
b) Un baile comunitario
c) Una semilla de esperanza y
d) Un camino para el encuentro de uno mismo
A. El cuento es una estrategia para el disfrute. Lo sé por experiencia propia, pues mientras
narro y el salón se transforma bajo mis pies, el gozo crece y se extiende,
también por la referencia de mis alumnos que momentos antes eran adultos y
pronto se convierten en sonrientes niños soñadores.
En sus palabras:
·“Disfruto mucho más de la clase y mi aprendizaje cuando se usan historias”
·“Cuando llega el cuento me quedo callado, cierro mis ojos y me relajo
escuchando”
·“No me quiero perder una palabra, me enganchan como si fuera una
película”
Esto hace eco
de lo que refieren O’Connor y Seymour[ii]
(1996) cuando plantean que “la metáfora
da vida a la formación, pasando del concepto teórico a la experiencia vivida”,
o lo que dice Tim Hallbom[iii]
(2014) “si no cuentas historias es árido,
es un poco aburrido. Si alguien te brinda sólo estructura y conceptos es como
leer un libro de texto, bastante aburrido”. El concepto puede parecer
aburrido, abstracto, lejano y carente de vida, la experiencia es justo lo
contrario, estimulante, viva, fresca y cercana. ¡Así deberíamos aprender! Es
triste pensar en la cantidad de lugares destinados al aprendizaje que sólo se llenan
de palabras inertes y por los que los cuentos jamás desfilan.
Pero la narración no sólo lleva al disfrute
de quien escucha la historia, maestros narradores se alegran y asombran por
igual. David Gordon[iv] (2014)
dice “mi día de enseñanza no está completo
si no le he contado una historia a mi grupo” y Mónica Esquinca[v]
(2014) añade “usar historias me genera un
buen estado y el proceso de enseñar se vuelve más sencillo y agradable”
¿De qué otra forma decirlo? El cuento es una cerveza que refresca la experiencia.
B.El cuento es un baile comunitario. Compartir historias nos pone a bailar
(metafóricamente) al mismo ritmo, nos lleva a tejer lazos relacionales, nos
vuelve cómplices e incluso sintoniza nuestros cerebros. Pensemos en las
anécdotas compartidas con los amigos, las aventuras adolescentes o los viajes
en familia de la infancia, son esas historias las que nos acercan y llenan de
vida una relación, es imposible entender una reunión familiar o de amigos en la
que esas historias no se cuenten nuevamente.
Incluso el creciente campo de las
neurociencias refuerza estas ideas. En los últimos años el desarrollo de esta
nueva área del conocimiento humano y el mayor entendimiento que le ha brindado
a la humanidad sobre el funcionamiento del cerebro también ha resultado en
descubrimientos sobre lo que ocurre a nivel neuronal al escuchar una historia.
Estudios recientes realizados en Princeton,
New Jersey, E.U. donde el Dr. Gowin (2011) investiga la correlación entre la
activación de diferentes áreas del cerebro de quien narra una historia con
quienes escuchan la misma historia. Los resultados indican que cuando alguien
escucha una historia y la entiende experimenta los mismos patrones neuronales
de la persona que la narra. El narrador y sus escuchas sintonizan sus cerebros.
De modo que estas investigaciones apuntan hacia el hecho que compartir
historias genera lazos comunitarios no sólo externamente sino incluso al llevar
al cerebro a funcionar de un modo similar.
Hermosa magia la que permite que las
imágenes, los sonidos, las sensaciones, la emoción, el asombro y las conexiones
neuronales viajen de una mente a otras, haciéndonos bailar al mismo ritmo. De
este modo mi dragón, mi bruja, mi samurái y hasta doña Chayito junto con todas
sus emociones se multiplican como pequeños hongos luminosos por nuestras
mentes, dejan de ser míos y se vuelven nuestros.
Así que las historias compartidas nos brindan
pertenencia -una de las más anheladas necesidades humanas-, nos ayudan a
generar un “nosotros”, nos vuelven parte del mismo tejido, nos hermanan.
C.El cuento es una semilla de esperanza. Como si disfrutar del aprendizaje y
pertenecer a una comunidad de aprendientes fuera poca cosa, el cuento aún nos
tiene otro regalo: siembra nuevas posibilidades en nuestra mente al hacernos
vivir –literalmente vivir- nuevas experiencias.
Jorge Volpi[vi]
(2011) nos dice “gracias al
descubrimiento de las neuronas espejo, se ha corroborado una intuición
ancestral: leer una novela es habitar el mundo. Mientras leo mis neuronas
espejo se activan con una intensidad semejante a la que experimentan frente a
un escenario auténtico –las novelas también son videojuegos. Y no sólo eso: si
digo que los personajes de un libro me habitan, o que yo vivo en ellos no se
trata de una simple baladronada.” De este modo plantea que al leer novela
las personas aprenden no sólo conceptos o teoría sino que -gracias a las
neuronas espejo- aprenden de un modo muy similar, si no idéntico, a la
experiencia. Incluso se atreve a ir más allá cuando dice “Las grandes novelas no nos reconfortan: nos desafían. No nos alegran la
tarde: cambian, literalmente, nuestras vidas”. Aunque Volpi habla
específicamente de la lectura, la narración surte el mismo y poderoso efecto:
nos brinda nuevas experiencias.
Ya sea que las palabras salgan de mí
acariciando mis cuerdas vocales o que más bien lleguen a mi mente pasando por
el oído y su pequeño taller de herrero con su yunque, estribo y martillo, el
cuento no me vuelve un espectador indiferente, sino que me transforma. Me
vuelvo un poco el ave mágica, la muerte enamorada y el entrenador de osos,
enfrento sus retos, vivo sus anhelos y me adueño un poco de sus habilidades, en
otras palabras, crezco. Regresando a Volpi “a
causa de las neuronas espejo, yo en verdad soy Hamlet, Gargantúa, Tristram
Shandy, Julien Sorel, Joseph K., Lulú o Aura: hago lo que ellos hacen, vivo sus
aventuras, gozo o padezco, dudo, traiciono o me convierto, de un momento a
otro, en una anciana”
O como me dijo un alumno “el cuento me lleva a vivir en ese personaje
y sentir como estaría yo haciendo lo mismo”, mientras que otro dice “te empiezas a meter, a involucrar tus
sentidos y a veces a ponerte en el papel de algún personaje” o incluso “a veces la historia no te lleva a
preguntarte ¿cómo le hago? o ¿cómo lo aplico en mi vida? sino que incluso te da
la respuesta que buscabas”.
El cuento es una poderosa semilla de
esperanza que pone a nuestra disposición infinidad de experiencias y no lo hace
de forma teórica o abstracta, sino que nos las brinda en mente propia.
D.El cuento es un camino para el encuentro con uno mismo. Parece que el cuento nos lleva a otros
territorios, que de pronto estamos en el campo, la montaña, el pueblito
revolucionario, la selva africana, el quinto infierno o el reino de los djins,
sin embargo si el cuento fuese camino sin duda nos llevaría hacia el interior
de nosotros mismos.
Octavio Paz[vii]
(1960) hablaba de los encuentros y las búsquedas cuando decía “para que pueda ser, he de ser otro, salir de
mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros
que me dan plena existencia”. Pareciera que está describiendo a la
perfección la función del cuento; el cuento me convierte en otro, me lleva a
salir de mí, a buscarme entre los personajes, personajes que no son, si yo no
existo y que sin embargo me dan plena existencia.
Nick LeForce[viii]
(2014) lo pone en estas palabras: “las
historias son el alma de la humanidad, nos recuerdan quienes somos y qué es lo
que amamos, nos enseñan a vivir, nos levantan cuando caemos, nos ayudan a
encontrar la belleza tanto del amor como de la tragedia y nos dan la fuerza
para encontrar nuestro camino, en un mundo a veces fantástico y a veces
amenazante. Es por eso que nos sentamos asombrados a los pies de los grandes
contadores de historias y permitimos que nos conduzcan hacia dentro -hacia
nuestros sueños- y que nos abran la puerta hacia nuestro propio corazón”.
Es paradójico que los cuentos nos ponen en
sintonía cerebral con el grupo creando un claro nosotros y al mismo tiempo nos
llevan hasta la puerta de nuestro propio corazón. Si lo permitimos, los cuentos
nos arrojan al sitio en el que palpita nuestra belleza única, la esencia de
nuestro propio hilo multicolor e irrepetible. ¿Qué haremos ante esa puerta?
¿Tendremos la humildad de tocarla con respeto y suavidad? ¿Seremos lo
suficientemente valientes para aceptar la invitación a pasar?
Hay que tener cuidado, hacia allá nos lleva
el cuento.
Laurens Van der Post[ix]
descubrió está doble función del cuento mientras aprendía de las naciones
ancestrales en Sudáfrica: “El cuento era
la posesión más sagrada del pueblo de los arbustos. Esta gente sabía lo que
nosotros no; que sin una historia no tienes nación, ni cultura, ni
civilización. Sin un cuento propio tampoco tienes una vida propia”.
Conclusiones
¿Qué
ocurre cuando se narra en ambientes de aprendizaje y desarrollo personal con
adultos? No es raro que el cuento nos transforme volviéndonos niños nuevamente,
aún en salas de juntas, conferencias, talleres o capacitaciones. Tampoco es
raro que deseemos que el cuento llegue y nos hechice. Me atrevo a afirmar que
necesitamos desesperadamente del cuento y sus poderes.
1. El
cuento es una estrategia para el disfrute. Que bien nos harían más y más
personas apasionadas de su oficio, enamoradas de lo que hacen, aprendiendo
placenteramente los secretos de su propio arte. Sentirnos vivos y sonrientes al
aprender y al trabajar, no tiene porqué ser una inocente fantasía.
2. El
cuento es un baile comunitario. Que urgente necesidad de generar un nosotros
más amplio y más profundo, de sentir que pertenecemos, de relaciones más
empáticas y de colectivos capaces de tenderse la mano. Tiempos y ambientes
violentos, de separación, constante competencia y agandalle nos dejan muy clara
esta necesidad, no es necesario mirar muy lejos. Pues el cuento es un baile
comunitario.
3. El
cuento es una semilla de esperanza. Ante los enormes retos que enfrentamos que
bien nos haría volvernos más fuertes, más decididos, más creativos, más
brillantes, más amorosos, más ligeros, poder vivir muchas vidas en una sola y
volvernos más plenos con cada una.
4. El
cuento es un camino para el encuentro con uno mismo. No estamos cortados con la
misma tijera, ni con el mismo patrón, no somos piezas idénticas salidas de una
línea de producción; la media, la curva normal, la mediana y el estándar son
útiles en estadística, no tanto en el descubrimiento de uno mismo. Necesitamos
seres humanos que se entregan auténticamente al mundo.
De
modo que la narración no es sólo un divertimento para los adultos que aprenden,
sino que brinda alternativas para satisfacer profundas necesidades humanas. Así
que narremos y escuchemos por el placer de hacerlo y dejemos que el cuento nos
hechice, que amplíe nuestro nosotros, que siembre esperanza y que nos deje a
las puertas del propio corazón.
Bibliografía
·
Gordon, D., (1978).
Therapeutic Metaphors. Estados Unidos: Metapublications.
·
Gowin, J., (2011). Why sharing
stories bring people together. Obtenida el 28 de febrero de 2013, de http://www.psychologytoday.com/blog/you-illuminated/201106/why-sharing-stories-brings-people-together
·
Hernández, S. (2014). Observé
al danzar del fuego. México: Edición de autor.
·
Hernández, S. (2016). Tesis de
maestría La comunicación metafórica y
su utilidad durante el proceso de enseñanza / aprendizaje de la Programación
Neurolingüística. México
·
O´Connor, J., Seymour, J.
(1995). Introducción a la PNL. (8ª edición). España: Editorial Urano.
·
O´Connor, J., Seymour, J.
(1996). PNL para formadores. España: Editorial Urano.
·
Paz, O., (1960), Libertad bajo
palabra. México: Fondo de Cultura Económica.
·
Volpi, J., (2011). Leer la mente. México: Alfaguara
[i] Activista por los derechos de los nativos norteamericanos
[ii] Autores de los libros Introducción a la PNL y PNL para formadores,
entre otros.
[iii] Instructor y desarrollador internacional en los campos del
Coaching, la Hipnosis y la Programación Neurolingüística
[iv] Autor del libro Metáforas terapéuticas
[v] Terapeuta, maestra de PNL y autora del libro SOS mi hijo está en
apuros
[vi] Coordinador de difusión de la UNAM y autor del libro Leer la mente,
entre otros.
[vii] Poeta, ensayista y diplomático mexicano. Premio nobel de
literatura.
[viii] Poeta, maestro de hipnosis.
[ix] Escritor sudafricano del siglo XX