viernes, 26 de septiembre de 2014

Mi credo

Tiene rato que no escucho a Pepe Aguilar y aquello de "pedazo de cielo, abrázame fuerte, mi trébol de buena suerte"... pero la idea del credo me ha estado rondando la cabeza.
Desde la visión de la Programación Neurolingüística -y pues a eso me dedico- las creencias y los valores son uno de los niveles profundos del ser humano, permiten o inhiben nuestras capacidades, hacen que nos comportemos de tal o cual manera, nos dan una sensación de certeza. En el mundo new age se dice "lo que crees es lo que creas". Guerras fraticidas -entre países o dentro de familias- se desatan por creencias diferentes y cuando fui al catecismo me enseñaron a repetir "creo en un Dios Padre todo poderoso, creador del cielo y de la tierra..."
Así que sin duda las creencias tienen punch.

En un ratito daré una conferencia en la UTEQ en Querétaro y decidí comenzarla compartiendo mi credo... la bronca es que no lo tenía del todo claro (de hecho todavía no lo tengo del todo claro). Pero si me hice la pregunta ¿en qué creo? ¿en qué quiero creer? 
Aquí les van mis respuestas parciales, sólo para invitarte a que le eches una pensadita al tuyo. 

Creo que estamos llamados a ser felices y ayudar a que los demás también lo sean, o por lo menos no estorbarles mucho.
Creo que la juventud es un estado mental y que mientras haya sueños hay vida
Definitivamente no creo en frases que empiezan con "en mis tiempos". Estos son mis tiempos, creo que los jóvenes (y los niños y los viejitos) no son el futuro, son el presente.
Creo que las preguntas casi siempre son más importantes que las respuestas.
Creo que el amor es más fuerte que la muerte. Creo que la creatividad humana es más grande que nuestras terribles broncas y gigantescos retos. Creo en el poder de los cuentos y las sonrisas.
Creo que nuestro país sigue vivo, que no está vencido, que aún no se pierde la esperanza. 
Creo que la esencia de cada ser humano es luminosa. Creo en el juego y el disfrute para aprender.
Creo que el universo es sagrado, que los laureles son bellísimos y que el aroma a lluvia y a café son la neta del planeta.
También creo que soy muy afortunado, que formo parte de un linaje humano engarzado en el amor. Creo en los amigos y en los chistes malos.
Creo que hacemos falta mas grandes, más generosos, más creativos, más humildes, más humanos.
Creo que México será campeón del mundo en futbol (no estoy seguro de cuando), creo que terminaremos con lo injusto, creo que somos más grandes que nuestros políticos tranzas, nuestra televisión idiota, que la mordida y el pillaje.
Creo que los viajes y los libros ilustran y que hay tanto mundo que no terminaré de ilustrarme. Creo en la poesía, en el son, en que debemos cantar más y hacerlo juntos.
Creo que merecemos cambiar al mundo. Creo -como Kung Fu Panda- que el presente es un regalo (y es lo único que tenemos).
Creo que me la voy a pasar poca madre en la conferencia en un ratito, que sembraremos juntos algo útil.
Y creo que por hoy es suficiente con tanta creencia,

Sergio Hernández Ledward
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viernes, 19 de septiembre de 2014

Juventino Rosas contra la Virgen de Guadalupe

Aunque parece ser el título de una película setentera del Santo, no lo es.
Juventino Rosas es un municipio guanajuatense cerquita de Celaya, un pueblito junto a un pueblo, diría algún amigo chilango. También es pasada obligada para ir de Celaya a Guanajuato capital por la carretera libre. Es uno de esos sitios pequeños que muchos de nosotros conocemos sólo por sus topes en la carretera.
Pues bien, Juventino Rosas también fue un músico mexicano de origen otomí que nació en ese pueblito y murió de 26 años en un viaje a Cuba, se hizo famoso -pero nunca rico- por su vals "sobre las olas" y hasta Pedro Infante lo interpretó en una de sus películas.
Durante varios años he pasado por los topes de Juventino, el pueblo, rumbo a Guanajuato y visto la estatua de Juventino, el músico, que estaba justo en la glorieta a la mera entrada de la cabecera municipal... siempre pensé que la estatua era pequeña, que la deberían poner en un pedestal más alto, que se vería más bonita con flores alrededor... hasta ayer.
Ayer al ir manejando por el mismo camino -más polveado por cierto ya que lo están arreglando- rumbo a los mismos topes, no me recibió el otomí ni su violín, sino la compasiva mirada de la Virgencita de Guadalupe; en el mismo sitio ahora está una escultura de la Guadalupana. La verdad es que les quedó bonita, se ve colorida y amorosa, estoy seguro que muchos pasaran por ahí y se sentirán reconfortados... yo no. No me dio gusto ver un símbolo del amor perfecto en el lugar que ocupaba el violinista, no entiendo el afán de extender a toda la ciudad el atrio del templo; no se porqué se les olvida a nuestros muy mochos gobernantes guanajuatenses que los protestantes, los musulmanes, los ateos, los judíos, los budistas y los adoradores de Baco, Hermes, Ra, la ciencia o Tezcatlipoca también son guanajuatenses, también pagan sus impuestos (algunos) y pueden entender la hermosa mirada de la virgen como una falta de respeto de nuestras muy laicas autoridades.
Podría exigir que pongan una estatua de Moisés, otra de Mahoma y una más de Buda en las otras entradas al pueblo, pero creo que ni los shintoistas, ni los hare-krishnas, ni los jainistas y menos los juaristas quedarían contentos. Tal vez lo más fácil sería poner a Don Juventino de vuelta en su lugar y que nos reciba -o nos de el paso- con un bellísimo vals.
Yo por lo pronto me pondré a escuchar "sobre las olas"... aunque no niego que me gusta el estribillo de "desde el cielo una hermosa mañana, desde el cielo una hermosa mañana"

Ahhh y por cierto todo lo anterior también aplica a la muy republicana ciudad de Celaya, Guanajuato y la Virgen de la Purísima Concepción que nos da la bienvenida cuando llegamos por la libre desde Querétaro.

Sergio Hernández Ledward
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viernes, 12 de septiembre de 2014

Que México Viva

Se acerca el 16 de septiembre y he estado pensando qué México quiero que viva. ¿Por cual México vale la pena gritar (y soñar, trabajar, discutir, imaginar)? 
Para mi no es una pregunta ociosa y menos en tiempos en los que el zócalo se vuelve estacionamiento y en los que me cuesta trabajo mantenerme optimista por el presente y futuro del país. Así que decidí hacer un ejercicio de recolección de pequeñas y grandes esperanzas por las que quiero gritar ¡Que viva México! 

¡Qué vivan los mexicanos que aún se inspiran con Miguel Hidalgo, José María Morelos, Benito Juárez, Francisco I. Madero, Pancho Villa, Emiliano Zapata y Lázaro Cárdenas! Qué vivan los que creen que nuestros grandes no se han ido del todo.
¡Qué vivan los indígenas que charlan, escriben, cantan y hacen poesía en su lengua original!
¡Qué viva la UNAM, el Politécnico, la Ibero y el Tec! ¡Que vivan las universidades autónomas y los tecnológicos regionales, sus maestros y sus chavos!
¡Qué vivan los que no le creen -o le creen poquito- a Televisa! Qué vivan los que se comprometen a no mentir y no engañar.
¡Qué vivan los que son honestos pudiendo ser transas, los que tienden la mano pudiendo ser indiferentes, los que se atreven a hablar cuando callar es más sencillo!
¡Qué vivan Carmen Aristegui, Lydia Cacho, Rosario Ibarra y Elena Poniatowska!
¡Qué vivan las y los distintos! Los que defienden su verdad y saben escuchar la verdad del otro. ¡Que viva el diálogo que no busca imponer sino aprender!
¡Qué vivan los médicos que salvan vidas en el IMSS! ¡Los maestros que se la parten en cada rincón del país! ¡Los policias que se mantienen honestos!
¡Qué vivan los bomberos y la cruz roja mexicana!
También los ciclistas, los lectores, los tatuados, los mimos y los cuentacuentos, los que usan las paredes para hacer arte. Qué vivan los que no se conforman, los que se quejan, los que proponen.
¡Qué vivan los que a pesar de nuestro gobierno logran prosperar chambeando honestamente!
¡Qué vivan los niños triquis y que al crecer sus triunfos los impulsen! 
¡Qué vivan Raul Vera y Alejandro Solalinde! Qué viva todo mexicano solidario con nuestros hermanos centroamericanos.
¡Qué vivan los niñonautas! 
¡Qué vivan los mexicanos que persiguen sus sueños fuera de México! Los que extrañan las tortillas recién hechas y los chiles toreados.
Qué vivan los apasionados de su trabajo, de su arte y de su estudio; los que se entregan y aún siendo lunes les brillan los ojos.
Qué vivan los que hacen cosas pequeñas por los demás, los que ceden el paso, los que te sonríen sin conocerte, los que siguen amando después de muchos años.
¡Qué vivan los papás de la guardería ABC! ¡Qué viva su fuerza y su anhelo de justicia!
Qué viva Wirikuta, qué viva Cherán, qué vivan los caracoles zapatistas. Qué viva el Museo Nacional de Antropología, qué vivan los huapangueros de Xichú y los soneros veracruzanos. Qué vivan los que se echan su cascarita futbolera, los que bailan danzón cada domingo.
¡Qué vivan los que creen que ni la patria, ni el corazón se venden!
Qué vivan los que se indignan con lo injusto. 
Qué viva cada mexicano que dedica tiempo y energía a lo bello, lo bueno, lo justo y lo verdadero.
¡Qué vivan los que no han perdido la esperanza!

¡Qué viva México! Qué Mexico viva

Sergio Hernández Ledward
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martes, 9 de septiembre de 2014

Debates tecnológicos

Este fin de semana tuve la fortuna de dar clase una vez más en el Centro Mexicano de PNL en Ciudad de México (que está estrenando instalaciones en la Nápoles). Como siempre disfruté enormemente al grupo y recibí la generosidad de Esthela y Luis Arturo que me regalan hospedaje, amistad y buena charla.

Durante uno de los descansos la plática se fue hacia el internet y sus riesgos; y el tema se quedó dando vueltas en mi cabeza. Algunos defendían la idea de que la tecnología más que unirnos nos está separando -de los demás, del mundo real y hasta de nosotros mismos. Ejemplos hay y de los buenos: desde la reunión familiar donde los ojos, las manos y la atención están en el teclado y la pantalla más que en los amigos y hermanos, la fantasía de tener miles de amigos en Facebook que ni conozco, pasando por el letrero en un café de Coyoacán: "Aquí no hay wi-fi, por favor platiquen entre ustedes", o esa vez que estábamos en un rincón de la selva lacandona y escuchamos el grito de emoción de una amiga adolescente al descubrir  que ahí SI había señal, incluso uno de los compañeros planteó que muchas veces usamos la red y la tecnología para evadir nuestro dolor y aletargarnos (hacernos weyes, pues); todo eso sin mencionar el acceso a la violencia, la intrascendencia, la pornografía infantil, el riesgo de trata y el cyber-bullying a un click de distancia. Ni como negarlo de que hay riesgo, hay riesgo. Ni como no ponerme el saco: la adicción wi-fi ha hecho que platique menos en vivo, que me tarde más en terminar mi tesis y hasta que lea menos. 

Por otro lado: ¡Bendita conexión! 
Sólo en las últimas semanas y gracias a esta maravilla tecnológica, me enteré del proyecto Ha Ta Tukari que está llevando agua potable a comunidades huicholas, me estrené de blogger, vi -y compartí- un chingonsísimo video de la bamba que enciende esperanzas, conocí y charlé con Ernesto Anaya (exfolkclorista y músico de los buenos), me whatssopié con mi esposa y me mandó las últimas fotos de mi bellísima hijita, ¡compré boletos para el concierto de Café Tacvba!, platiqué con mi hermana chilanga, postié en Facebook mis razones para estar agradecido y todo eso sin hablar de chamba: revisé algunas ideas con el diseñador editorial de mi siguiente libro en California,  mandé y recibí propuestas, compartí un par de presentaciones en prezi... 
Reflexionar en esto me hace preguntarme ¿cómo le hacían nuestros ancestros para sobrevivir y conectarse unos con otros? ¿cómo pude sobrevivir a una adolescencia sin 4G ni pantallas touch?
Fuera de broma: el internet nos conecta, ni como negarlo. 

Pues el debate da para mucho y mucho más profundo de lo que yo comparto. Me parece que las tecnologías actuales son como el océano: pueden poner inmensa distancia entre nosotros, nos pueden separar del mundo que queremos y hasta de nosotros mismos, "zombificándonos" y alejándonos de lo verdaderamente valioso; por otro lado también son como el océano: unen una tierra con otra, nos conectan, nos acercan, nos brindan posibilidades inexistentes de otro modo, hacen que nuestra voz suene lejos, que nuestra mente se abra, que corazones físicamente distantes puedan estar cerquita, cerquita, puede ayudar a humanizarnos. 
Tengo claro que debo tener cuidado, que la adicción está gruesa... y también tengo claro que le apuesto más al mar que une que al océano que separa.

Sergio Hernández Ledward
www.facebook.com/SergioHLedward


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viernes, 5 de septiembre de 2014

Entre el odio y el amor (o aventuras con Jumapa)

Vengo saliendo de la Junta Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Celayork de las Cajetas; mas conocida por mis paisanos como Jumapa. Y no se me ocurre una mejor manera de definir nuestra relación que "entre el odio y el amor".
Debo confesar que por muchos años he sido anti-jumapista de hueso colorado; cada que veo una calle cerrada, un bache o una fuga, algo oscuro dentro de mi dice "seguro fueron los de Jumapa", pago mi consumo anual del agua por adelantado no tanto por aprovechar el descuento de enero, sino para sólo verlos una vez al año. Son para mi un mal necesario... y hay mucho de irracional en esto.
Sé que hay gente entregada, chambeadora, honesta y cálida que trabaja para la Junta, uno de mis mejores amigos ahí trabaja y la verdad es un tipazo, trabajador y responsable como seguramente hay muchos más. También sé que debería agradecer el suministro que me brindan, nunca me he quedado sin agua y me baño casi a diario gracias a la chamba de muchos. Peeero hay algo oscuro dentro de mi, me fijo en lo malo,  me brincan las fallas, me desesperan los trámites y pa' acabarla lo quiero rapidito y de buen modo.

Bueno, pues hoy fui a Jumapa y me atendió Lupita. Casi resolvió lo que yo necesitaba, me atendió pronto, hizo su trabajo y yo me acordé de porqué no me gusta visitarlos. Hace un par de días José Luis Horta -un buen amigo de Irapuato- me decía que las máquinas no pueden dar servicio, que servir es una cualidad humana, que por eso la palabra empieza con SER y termina igual que VIVIR y que el servicio sólo se da cuando dos seres humanos se relacionan y se ayudan.
Ni modo, Lupita entonces no me dio un buen servicio; nunca me miró a los ojos (ni por un segundito) para ver quien era él que venía a ver en qué había quedado su alto consumo, no me regaló ni media sonrisa, no me explicó porqué quedó así la cuenta, me dio un par de órdenes y sin levantar la vista me deseó un buen día. Que lástima, estoy seguro que es una buena persona, que quiere hacer bien su trabajo, pero no logramos tener una relación -aunque fuera cortita- como debería ser una relación entre seres humanos.

Pero esta historia no es sólo odio, también es amor. Antier fue don José a revisar el predio, mis respetos para el señor. Me explicó a detalle lo que tenía que hacer, se subió conmigo a la azotea, me contó de la diferencia de los flotadores de poliuretano y los de plástico, me enseñó que una fuga se detecta por los restos de sarro y ante mi mirada de sorpresa me dijo cual es la mejor marca para las válvulas de una cisterna. ¡Para acabarla hasta se despidió de mano! Se veía que su trabajo le gusta y que no teme mirar a los ojos y extender la mano. Ojalá muchos aprendamos de él.

Así que entre el amor y el odio. Que se multipliquen los Josés, que les aprendamos mucho. Que las Lupitas crezcan, aprendan, resuelvan sus broncas y puedan mirar a los ojos y sonreír.
Luego les cuento como me va en mi próxima visita que no será hasta enero sino en dos semanas.

Sergio Hernández Ledward
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