viernes, 14 de noviembre de 2014

Entre el llamado y la desesperanza

Pues sí, México nos duele a muchos, parece que cada vez nos duele a más.
Casas millonarias hechas de ceniza, lodo y sangre, avión imperial que vuela alto y lejos para no mirar lo que pasa abajo y cerca, puertas de palacio que se queman y parece que no de rabia sino de conveniencia. Y entre otros muchos: 43 que nos siguen faltando.
La suprema corte dice que no, que no podemos opinar sobre "nuestro" petróleo, que no, que no podemos opinar sobre los pluris, que no, que no podemos decir qué pensamos del salario mínimo. Corrupción y tranza por todos lados. Un procurador cansado.
Y entre muchos otros: 43 que todavía nos faltan.
Por un lado rabia, por el otro indiferencia. Por un lado tristeza, por el otro soberbia. Por un lado impotencia, por el otro cerrazón. Y por casi todos lados: desesperanza.
Claro que hay chispazos de luz, ahí está Solalinde, ahí está Aristegui, los cafetos encendiendo velas, ahí sigue Elenita. Ahí están los goles de Carlos Vela, alegría superficial pero alegría a fin de cuentas. Ahí están los que siguen marchando exigiendo justicia -si, a mi me esperanzan. Yo caminé el sábado en el DF y me alegró mucho caminar despacio entre un pequeño contingente gay, al lado las mujeres feministas, adelante los del MTS (que me enteré no es el movimiento de trabajadores sexuales, ni muchos tipos solidarios, sino los trabajadores socialistas), justo atrás venían los chavos del ITAM, todos coreando "¿dónde están? ¿dónde están? ¿nuestros compas dónde están?" ¡Pura diversidad!... me da esperanza, chiquita pero esperanza.

En estos días me han estado rondando preguntas ¿es posible cambiar a México? ¿seremos capaces de hacerlo? y si la respuesta a las primeras dos es afirmativa, entonces: ¿qué hacemos?
Según la Programación Neurolingüística para intentar algo tenemos que creer que es posible. Si lo consideramos imposible no movilizaremos nuestros recursos, nuestra energía, nuestra inteligencia. Tengo la triste sensación que aquí está uno de los grandes impedimentos; me parece que muchos piensan que no, que no es posible, que estamos en las garras del destino, la genética, los políticos chafas o el mismísimo Mictlantecuhtli, que ya nos fregamos y que deberíamos resignarnos.
Poniéndome optimista y pensando que me equivoco y que somos muchos -muchos más de los que me doy cuenta- que dicen: si, si es posible, entonces viene la segunda pregunta ¿somos capaces de hacer de México un país honesto, justo, solidario, en paz? ¿un país donde no manden ni el miedo, ni la indiferencia, ni el egoísmo? Si no nos creemos capaces, tampoco lo intentaremos; y aquí habríamos de cambiar el plural por el singular ¿soy capaz de hacer de México -por lo menos de un cachito de México- un país honesto, justo, solidario, en paz? habría que cambiar el singular por muchos singulares ¿y yo? ¿y yo? ¿y yo?
México no se ha muerto, está herido y duele muy cabrón. Ojalá podamos decir: Sí, si es posible. Si, si soy capaz. Si, si somos capaces.

Apostándole nuevamente al optimismo entonces habría que preguntarnos ¿qué hacemos? cada uno y en lo colectivo. Nuestras acciones e inacciones nos tienen en el lugar que estamos, ¿qué tendríamos que hacer diferente? ¿qué pensamientos distintos debemos cultivar, fomentar, alimentar? ¿qué palabras distintas podemos expresar, cantar, escribir, compartir, escuchar? ¿qué acciones pequeñas y grandes necesita nuestro país de nosotros?

Con la aspiración de que el dolor, el luto, la rabia, e incluso la desesperanza nos sirvan (me sirvan) para sacudirnos y construir un país que nos permita seguir soñando.





Sergio Hernández Ledward
www.facebook.com/SergioHLedward


¿Por qué seguir contando historias?