martes, 13 de enero de 2015

¡Que falta me hacen, caray!

Jaime Sabines dice que morir es retirarse, hacerse a un lado, ocultarse un momento, pasar al aire de una orilla a nado y estar en todas partes en secreto.

Y yo creo que tiene razón.

Edgar y Mercedes me andan rondando. Ayer se cumplieron 17 años de que mi mamá se nos adelantó un tantito, hoy mi papá cumpliría 80 años... y siento que gozan de cabal salud.
Los he estado mirando en la cadenita de oro que me regalaron los dos en momentos diferentes, en la foto de su boda que "casualmente" me encontré arrumbada antier, también en el recuerdo sonriente en que mi padre lleno de orgullo me decía que lo primero que hizo al llegar al Ingenio El Potrero fue sembrar treinta árboles y poner un letrero que decía "carpe diem" (letrero que seguramente pocos entendieron) y -por supuesto- en la imagen que más regresa de mi madre: sus manos; suavecitas, dedos largos y delgados, un anillo plateado con una sola piedra, manchas de sol.

Si, me andan rondando sonrientes. De veras, de veritas que siento su abrazo. El de papá es más fuerte, como brillo de sol, como si no conociera la pena, como si me abrazara alguien que piensa que durará por siempre. El de mamá es suavecito y se queda, es susurro, es cobija conocida, pareciera que me sana, es como si me abrazara quien no teme irse... y por eso se queda.

Que bendición, que alegría imaginarlos ocultos un momento, saberlos nadando por los aires, pensar que sólo se hicieron a un lado (el derecho y el izquierdo). ¡Que falta me hacen, caray! (Carajo diría Mercedes). Que triste que yo sea tan miope y no los mire siempre, aprovechando su presencia secreta.

Sergio.