“El hombre valiente no
es aquel que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo” – Nelson Mandela
¿Te has puesto a pensar en el
milagro que significa ser un ser humano?
Sesenta millones de células perfectamente
coordinadas. Cinco sentidos para descubrir el universo. Cada órgano una obra de
arte. Un cerebro que sigue asombrando a quien lo estudia. Creatividad y
curiosidad infinitas. Riqueza emocional. Posibilidad de hacer poesía, ciencia, filosofía,
llorar de amor y de gozo. Sentido del humor, generosidad, heroísmo. Recursos
internos ilimitados.
¿Y entonces? ¿Por qué tantas
broncas? ¿Por qué si tenemos tal potencial nos rodea la violencia, la pobreza,
el rencor, la insatisfacción? ¿Por qué dudamos de nosotros mismos, sepultamos
nuestros sueños o nos conformamos con la mediocridad?
Tal vez la respuesta este en uno
de los rasgos que nos hacen tan exitosos como especie, nuestro viejo amigo: el
miedo.
El miedo es un mecanismo muy
efectivo de supervivencia. Gracias a él durante incontables generaciones los
seres humanos corrieron rápido, recordaron qué plantas y qué bichos eran
venenosos, se escondieron de las amenazas y lograron transmitir sus genes,
asegurándose que nosotros andemos por aquí. En cierto sentido somos hijos tanto
del amor como del miedo.
De modo que tenemos muy
instaladas en nuestra arquitectura humana las tres respuestas que brinda el
miedo ante las amenazas. Nuestro cuerpo grita: ¡Lucha! ¡Corre! ¡Congélate! Cada
vez que nos sentimos amenazados, cada vez que el miedo toma el control.
Desafortunadamente estas respuestas se han vuelto cada vez menos apropiadas,
los retos que enfrentamos en estos tiempos digitales rara vez se resuelven con
esas estrategias ancestrales. Luchar, correr o congelarnos difícilmente nos
harán mejorar nuestra relación de pareja, ayudar a nuestros hijos adolescentes,
o resolver las dificultades laborales, sociales y ecológicas que nos tocaron.
Si lo analizas con cuidado
encontrarás que detrás de cada problema individual o colectivo se esconde este
viejo amigo. La buena noticia es que tenemos opciones, que no estamos
condenados a la mera supervivencia, que tal como lo dice Mandela podemos ser
valientes.
El mismo Nelson Mandela -después
de 27 años en la cárcel- usó las palabras de Marianne Williamson al pronunciar
en un discurso: “Nuestro mayor temor no consiste en no ser adecuados, nuestro
mayor temor consiste en que somos poderosos más allá de toda medida. Es nuestra
luz y no nuestra oscuridad lo que nos atemoriza. Nos preguntamos ¿quién soy yo
para ser brillante, espléndido, talentoso, fabuloso? Pero en realidad ¿quién
eres tú para no serlo?”
El camino para descubrir nuestro
potencial pasa por enfrentar al miedo. El camino para generar una mejor
sociedad también pasa por ahí.
Tal vez lo logremos, tal vez podamos cambiar el
miedo por amor y volver a brillar como brillan los niños.
Sergio Hernández Ledward
y en twitter: @checoequis
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