miércoles, 21 de septiembre de 2016

Un corazón en paz


No hay camino para la paz, la paz es el camino – Mahatma Gandhi

El 21 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Paz, en muchos lugares se dijeron discursos, se hicieron oraciones o se firmaron papeles. Quisiera pensar que se dieron pasos en el camino hacia un mundo más en paz, luego veo las noticias y me surgen serias dudas. Entre esas dudas, tal vez la más importante es ¿verdaderamente podemos hacer algo – los ciudadanos comunes y corrientes - por un mundo más en paz?

Hace algunos años tuve la fortuna de estar en una conferencia que dio el Dalai Lama en el auditorio nacional, corrían tiempos violentos (no muy distintos a los del día de hoy) y en la sesión de preguntas y respuestas alguien preguntó: - Su Santidad ¿qué podemos hacer para que el mundo tenga paz?
El Dalai Lama se le quedó mirando unos instantes y después se rio con fuerza, tomó aire y dijo: “Si no hay paz en tu corazón, no podrás llevar paz a tu familia. Si no puedes llevar paz a tu familia no lograrás que tu ciudad esté en paz. Si no logras que tu ciudad esté en paz no podrás llevar esa paz al mundo. Empieza en tu corazón”… y se volvió a reír.

Parece que este gran hombre nos estaba invitando a comenzar con nosotros mismos. A empezar justo en el centro de cada uno y a partir de ahí extender la paz a nuestro alrededor. Así que de modo natural surge la pregunta ¿Qué podemos hacer para tener un corazón en paz? – aquí van algunas sugerencias:

  • Aprecia y agradece lo que tienes. Observa y alégrate por las bendiciones presentes, las que están justo aquí y justo ahora. Con alguna frecuencia las personas nos enfocamos en la carencia, en el problema, en lo que nos falta; la carencia no es un camino de paz, la gratitud sí. Así que dale la vuelta a la tortilla y cuenta todas tus razones para sentirte agradecido.
  • Reconcíliate contigo mismo. Perdona tus errores y luego aprende de ellos. Si con frecuencia te regañas por lo que hiciste, ¡o por lo que no hiciste! seguramente estarás cansado y en conflicto. En serio: hiciste lo mejor que pudiste. Toma nota de qué harías distinto si te enfrentas con esa situación una vez más y luego suéltala, no le dediques un pensamiento más.
  • Trátate con cariño y con respeto. Cuídate, apapáchate, usa contigo mismo las palabras que usarías con un amigo verdadero, háblate con respeto. Tu voz interna te acompaña siempre, asegúrate que sea una buena compañía. Haz tu mejor esfuerzo por cumplir todas las promesas que te haces a ti mismo.
  • Respira y sonríe. Una vez más: respira y sonríe. Es en serio, haz la prueba ahora mismo: respira y sonríe. Hay sabiduría en tu cuerpo, él ya sabe cómo estar en paz, ya sabe respirar suave y profundo como un niño pequeñito, ya sabe sonreír sin forzar nada, sólo disfrutando.
  • Recuerda que las cosas son como son. Demasiado obvio ¿no es cierto? Pero piénsalo un poco: las cosas no son como la gente quiere que sean, las cosas simplemente son como  son. La mejor manera que tener conflicto en el corazón es resistirnos a esto, pensar que las cosas deberían ser de otro modo. No lo son. Las cosas son así, como son, y una vez que las aceptas y dejas de pelearte con ellas entonces puedes disfrutarlas o transformarlas. Tú mismo eres como eres, haz las paces con esto.
  • Busca en el mundo belleza, bondad y verdad. Ahí están, simplemente míralas. Detente a observar una puesta de sol, una sonriente luna, la lluvia cayendo, a unos niños jugando; busca y descubre cuando una persona hace algo de modo desinteresado por los demás, alégrate de la generosidad humana.
  • Haz pausas. La vida moderna llena de estrés y responsabilidades seguramente te está diciendo como a mí: corre y si no puedes, por lo menos vuela. No importa  a donde vayas, tú apúrate. No importa que no tenga sentido, tú síguele. Todo un reto escaparnos de esta invitación: ¡hazlo! Aunque sea de vez en cuando, camina un poquito más despacio, detente a observar, disfruta ese sorbo de café. La prisa y la paz no son buenas amigas.
  • Atiende una cosa a la vez. Multitasking –hacerlo todo a la vez- es otra de las tentaciones que enfrentamos; si pudiéramos haríamos la comida mientras terminamos la tesis, operaríamos a corazón abierto mientras llevamos el carro a verificar, arreglaríamos la regadera mientras hacemos el amor… y mientras hacemos todo esto, lo postearíamos en Facebook ¡Qué suerte que no podemos! (al menos yo no puedo). Resiste la tentación, un corazón y una mente dividida no caminan el sendero de la paz.
  • Y si nada de esto funciona: haz otra cosa. O no hagas nada. Encuentra tu propia estrategia de paz, explórala, conócela, profundiza en ella. No hay ninguna necesidad de que tu camino de paz sea idéntico al mío, al del Dalai Lama o al de nadie más.

Cuando tu corazón encuentra algo de paz, ya hay un lugar en el mundo un poquito más pacífico; esto no es suficiente, pero es un gran inicio.  Cuando escucho que la gente dice: “el cambio está en ti”, pienso que tienen razón… en parte. El cambio si está en ti, pero no basta, hay que compartirlo, ayudarle a salir. Para que un corazón en paz lleve paz a su familia, necesita platicar con esa familia, dialogar con ella, resolver conflictos, educar a los chamacos y convivir con los cuñados y la suegra. Para que un corazón en paz lleve paz a su ciudad, deberá extenderse hacia afuera, tratar a los demás con justicia y dignidad, ponerle atención al jefe, al cliente, al compañero de trabajo, respetar al que no conozco y es al mismo tiempo tan parecido y tan diferente a mí. Para que un corazón en paz lleve paz al mundo, deberá interesarse por el mundo, conocerlo, viajarlo, honrarlo, cuidar a este milagroso tercer planeta de agua y tierra.

Así que cualquier paz que tengas, compártela con los que están cerca, no importa si es poquita o si es mucha, brinda la paz que tengas. Y si el reto te parece enorme, no te preocupes, haz como dicen los Alcohólicos Anónimos: “sólo por hoy”.  Sólo por hoy cede el paso, saluda a la cajera del banco, dedícale un par de minutos más a jugar con tus hijos, llama por teléfono a tus papás, acaricia la mano de tu pareja, trata con dignidad a los que son menos afortunados. A veces lo mejor que puedes hacer por ti mismo es ayudar a alguien más. Sólo por hoy caminemos con un corazón en paz.


May the peace be with you,  young padawan.

Sergio Hernández Ledward

Coach, Conferencista, Narrador, PNLista.


jueves, 15 de septiembre de 2016

¡Viva México! - mi versión del grito 2016

Gritar "Viva México" no es intrascendente. Es levantar la voz y tomar partido, es apostarle a que hay vida en la tierra, la gente, la historia y los sueños compartidos. Es creer que nuestro tejido multicolor todavía aguanta.

Va mi grito este septiembre. El México que quiero que viva.

¡Que vivan Guadalupe González, María Espinoza, Germán Sánchez, Ismael Hernández y Misael Rodríguez! Medallistas olímpicos en Río de Janeiro. Que vivan todos los que se esfuerzan y se entregan, los que no se vencen cuando el apoyo es poco. 

¡Que vivan nuestros 11 medallistas paralímpicos! ¡Que vivan Ángeles Ortiz, Luis Zepeda, Eduardo Ávila, Salvador Hernández, Amalia Pérez, Lenia Ruvalcaba, Jesús Castillo, Catalina Díaz, Edgar Navarro, Pedro Rangel y Rebeca Valenzuela! Que vivan los que la tienen más difícil y siguen soñando.

¡Que viva José! Guía de turistas en Calakmul, Campeche. Que viva su lengua zoque, su orgullo por la historia de su tierra y las manos que sostienen una tablet llenas de imágenes de estelas y palacios mayas.

¡Que vivan los padres Solalinde y Vera! Que vivan los rebeldes y generosos, los que se dedican a levantar la voz y tender la mano. ¡Que vivan las patronas veracruzanas, sus ollas de comida y su enorme corazón! ¡Que vivan todos los que nos enseñan a ser solidarios!

¡Que viva Carmen Aristegui y todos los periodistas críticos! ¡Que vivan los que terminan su tesis poniendo las comillas donde van! ¡Que vivan los que le abren la puerta de la casa a los amigos verdaderos!

¡Que vivan los migrantes! Los que se fueron y extrañan  tortillitas y salsas molcajeteadas. Los que van de paso y apenas sobreviven. Los que llegaron y se hicieron México: Colombianos, Argentinos, Libaneses, Judíos, Eslovacos...

¡Que viva el chavito celayense que se paró frente a la marcha! ¡Que vivan los que defienden a los que piensan, sienten y viven diferente! 
¡Que vivan los mexicanos que no les gusta el fut, los que no son guadalupanos, los que no comen chile! ¡También los que se echan su cascarita, los que visitan el Tepeyac y los que le entran al habanero! ¡Que vivan los que defienden su punto de vista, los que no se venden! ¡Que vivan los que escuchan con el corazón y la mente abierta!

¡Que vivan las gorditas de tierras negras, el agua de limón con chía y las alegrías de amaranto! ¡Que vivan Chava Flores, Jose Alfredo, Manzanero y hasta Juanga! 

¡Que vivan los profes! Los que se inconforman por causas justas. Los que ponen inteligencia y corazón al servicio de estudiantes de todas las edades y todos los colores.

¡Que viva México y los mexicanos! Los que sueñan y chambean, los que se cansaron de la tranza y la mordida, los que saben tender la mano, los que se indignan cuando deben, los que cantan, los que bailan, los que cuentan, los que juegan. ¡Que vivan los que saben que México no ha muerto! ¡Que vivan los que no saben rendirse! ¡Que vivan! Y que muchos nos inspiremos con su ejemplo.

Sergio Hernández Ledward - 15 de Septiembre de 2016