martes, 22 de noviembre de 2016

¡Me regaló una cascada!



Estoy agradecido por lo que soy y lo que tengo. Es sorprendente lo satisfecho que puedo estar sólo con mi sensación de existencia… Ya que mi riqueza no es posesión, sino gozo.
 – Henry David Thoreau

Tendría unos 6 años cuando mi papá me regaló una cascada. Él iba manejando en la sierra de Puebla rumbo a Teziutlán, seguramente mi mamá y mis hermanos también iban en el carro, cuando orilló el carro, lo estacionó en el acotamiento y todos nos bajamos a ver una pequeña (para mi enorme) cascada que se había formado con las lluvias en la orilla de la carretera. Mis ojos redonditos como plato, creo que nunca había visto una cascada y fue entonces que mi padre tuvo uno de sus momentos de inspiración; “¿Te gusta Sergio?” – me preguntó, yo no apartaba la vista del agua que caía y le respondí “está muy bonita”, “Entonces te la regalo, es tuya” – dijo él. Ya te puedes imaginar mi gigantesca sonrisa.

¡Mi papá me regaló una cascada! No me la pude llevar, la dejé ahí para que muchos otros la pudieran ver. No tenía un peso y estaba feliz. Vivía en completa abundancia.
Pasaron los años y ahora que acaba de pasar el “Buen Fin 2016” es buena idea recordar que la riqueza verdadera no es posesión, la abundancia no tiene que ver con cuantas cosas tienes (aunque estén lindísimas) y mucho menos con cuanto debes a meses sin intereses. La riqueza es gozo y es disfrute, es sonrisa infantil, la abundancia es gratitud. Y ese es nuestro derecho como seres humanos.

Lo contrario de abundancia es escasez. La sensación de no tener y permanentemente necesitar. Desafortunadamente nuestra sociedad es una fábrica de necesitados; los que verdaderamente necesitan un techo y algo que comer para sobrevivir y los que creen que siempre necesitan más para sentirse bien. Necesito un mejor carro, una nueva computadora, unas vacaciones, un teléfono inteligente, una copa de vino. Necesito que me ayudes. ¡Te necesito! Quejas todo el tiempo y sensación de carencia permanente. Francisco de Asís se dio cuenta de esto y con una gran sonrisa dijo “necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco”, vivía en abundancia.

De modo que aquellos que viven en abundancia se sienten permanentemente agradecidos y practican sonrientemente sus dos aspectos: apertura y generosidad. Recibir y entregar con alegría. Sólo por te propongo hoy el reto de aumentar tu abundancia practicándolas: todo lo que recibas hoy –una sonrisa, un saludo, dinero, alimentos, incluso el aire que respiras- recíbelo alegremente; todo lo que brindes hoy, entrégalo con alegría, con la abundante sensación de tener para dar.

¡Feliz y abundante día! (Y si te encuentras con mi cascada yo también te la regalo para que la disfrutes un ratito y luego la compartas)

 Ahh y si se te antoja seguirle un poco más con el tema, aquí te dejo un videito:




Sergio Hernández Ledward

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domingo, 6 de noviembre de 2016

Por algo se empieza: vamos a imaginar

Papá, vamos a imaginar – mi hija de 2 años y 5 meses

Eso me dijo hace dos años mi hija mientras jugábamos. Vamos a imaginar. Hoy esa frase regresó con fuerza a mi memoria; estoy preocupado por la violencia, la corrupción y la impunidad en el país, me asusta pensar en delincuentes, en autoridades omisas y en vengadores anónimos.

Vamos a imaginar me dijo y sólo se me ocurrió preguntarle: ¿qué quieres imaginar? y sin dudarlo respondió "fichas". Así que imaginamos fichas, que un segundo después se convirtieron en un castillo con todo y sus habitantes y después en un tren. Un ratito después me dijo "papá, soy mágica" y con un gis verde que en ese momento era varita mágica me convirtió en sapo, después en pez y más tarde en pakua (sigo investigando que es eso).
Me sentí orgullosísimo al saber que tengo una hija mágica y que me invita a imaginar. Dos años después y no he podido sacar esa frase de mi cabeza. Papá, vamos a imaginar. El  problema es que me puso a pensar. ¿Y yo? ¿Qué quiero imaginar? No voy a quedarme atrás, así que: ¡A imaginar se ha dicho!

Voy a imaginar que crezco, que me vuelvo más generoso, más valiente y decidido, que se me quita la soberbia y la ignorancia. Que aprendo a amar. También voy a imaginar que sigo soñando después de los 40, después de los que vengan, que un día me descubro como un viejito bien imaginativo.
Voy a imaginar que mi hija crece sana y feliz, que no se olvida de escuchar su corazón, que hace buenos amigos, que sigue riendo y cantando, que los trancazos que le toquen no sólo la hacen fuerte, sino también humana. Voy a imaginar que se cuida, que se ama y que conforme crece extiende ese cuidado y ese amor. Voy a imaginar que es princesa, guerrera, bailarina, cantante, exploradora del ártico, pirata, sanadora, maestra, astronauta.

Y ya encarrerado, te invito a imaginar conmigo
Vamos a imaginar que ya no vemos asaltos, asesinatos, desapariciones, corrupción, ni fosas en los medios; no porque no se muestran, tampoco porque volteamos hacia otro lado, sino porque logramos construir una sociedad distinta.
Vamos a imaginar que se nos acabó el miedo, la indiferencia, la auto-importancia, la estupidez.
Vamos a imaginar que se puede jugar en las calles, platicar con los cajeros de un banco, sonreirle al vecino, ceder el paso, confiar en el policía y saberme su nombre.
Vamos a imaginar que sembramos muchos árboles y los cuidamos. Que nos sentimos orgullosos de nuestra herencia, de nuestro linaje, de nuestro México.
También que nos gobiernan los mejores, los más honestos, los más brillantes, los más entregados. Que en lugar de regalar televisiones, se regalan balones de fut, canchas de basquet, boletos al concierto y al teatro, que se comparten muchos libros.
Vamos a imaginar que superamos nuestras tragedias, que el dolor de la violencia nos hizo más solidarios y más hermanos, que nos dimos cuenta que somos más fuertes de lo que nos querían hacer pensar.
Vamos a imaginar que florecen las artes y las ciencias, las charlas y los abrazos, el deporte y la cultura.
Vamos a imaginar que no quedamos en deuda con nuestros hijos, que les heredamos un ejemplo valiente y amoroso, que les dejamos una patria más sonriente: una tierra donde puedan pararse firme y un cielo que les permita soñar.

Vamos a imaginar que nosotros también nos dimos cuenta que somos mágicos.

Si, vamos a imaginar. Por algo se empieza



Sergio Hernández Ledward

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