viernes, 23 de diciembre de 2016

¿Feliz Navidad o “jingle bells” a claxonazos?


Que todos los seres estén bien, felices y en paz.
 – Bendición budista

Ser budista y escribir sobre la navidad es un bonito reto. En realidad es un buen reto para cualquiera, ya que es fácil olvidarnos de que tratan estas fechas.

No sé para ti, pero para mí puede ser muy sencillo confundirme. Ver arbolitos con esferas desde septiembre y pagar a 18 meses sin intereses ¡empezando en febrero! No me ayuda a llegar al corazón del asunto. Escuchar canciones que hablan de “noche de paz” en el radio del auto mientras el tráfico de las vacaciones aumenta y el conductor de atrás entona un furioso “jingle bells” con el claxon, ayuda menos.

Así que hay que darle una re-pensada para que el tráfico y el consumismo no nos confundan. ¿Qué estamos celebrando? ¿Por qué tenemos vacaciones escolares, días libres del trabajo, posadas, preposadas y hasta maratones Guadalupe-Reyes?
Sin ser experto en el tema puedo afirmar que se trata de una fiesta de cumpleaños. 2016 años del nacimiento de Jesús: para muchos el hijo de Dios, para otros un enorme maestro con un enorme mensaje: “no se confundan, el amor es lo más importante”. Creo que de eso se trata, de un recordatorio –urgente- sobre el amor. Estoy seguro que ese sería el consejo que nos daría Jesús si nos lo encontramos en el café, en el mercado o en el templo.
–Jesús ¡qué bueno que te veo! fíjate que ganó Trump, ahí vienen los gasolinazos, la delincuencia no para y me peleé con mi cuñado ¿qué hago?- Podría apostarles que su respuesta sería sencilla: ama.
-Chuy, tengo un montón de deudas y no aguanto a mi jefe ¿qué me recomiendas? – les apuesto que sin pensarlo mucho nos diría: ama
¿Qué las cosas están difíciles y el futuro se ve incierto? Cierto. Creo que su consejo sería: ama. ¡Y creo que sería  una gran idea hacerle caso!

Tal vez podamos empezar amándonos a nosotros mismos. Cuidándonos, tratándonos con cariño, creciendo mientras perdonamos nuestros propios errores, apapachándonos, relajándonos un poco, confiando en nuestras habilidades y sabiendo que nunca seremos perfectos.
Podríamos seguir amando a nuestro trabajo, nuestro estudio. Entregándonos con cariño, sabiendo que lo que hacemos es valioso, encontrándole sentido, usándolo como un espacio para ejercitar la creatividad, la voluntad, el espíritu de servicio. Sonriéndole a los retos.
Ya encarrerados hasta amar a los compañeros de trabajo, a los proveedores, a los clientes, es más: hasta a los jefes. No es necesario ponernos románticos, podemos expresar amor diciendo buenos días, reconociendo el trabajo bien hecho, alegrándonos por el éxito de alguien más, bajándole dos rayitas al ego y dejando de tomarnos las cosas tan a pecho, pidiendo disculpas cuando nos equivoquemos. También charlando y sabiendo que podemos ponernos de acuerdo, respetarnos y seguir siendo diferentes.

Aquellos que nos tomemos en serio el consejo, podríamos seguir amando a nuestra ciudad, a nuestro campo, a nuestra tierra, a nuestro mundo.
Estoy seguro que lo mejor está por venir -a pesar de cualquier pronóstico- si dejamos que el verdadero espíritu navideño guíe nuestras acciones y nuestras decisiones.

¡Que tengas una bellísima navidad! ¡Que estés bien, feliz y en paz! ¡Que el 2017 aprovechemos las oportunidades de amar verdaderamente!

Sergio Hernández Ledward
www.facebook.com/SergioHLedward


viernes, 9 de diciembre de 2016

¡Tengo que mandar el artículo!



Utiliza siempre el nombre correcto de las cosas.
 – Albus Dumbledore

¡No friegues! Ya es viernes y no he mandado el artículo, ¡Tengo que mandarlo pero ya! – eso me estaba diciendo una vocecita interior hace unos pocos minutos, mientras yo  me resistía a ponerme teclas a la obra. Mi resistencia tenía buenas razones y ni una sola idea sobre que escribiría.
Peeero: ¡TIENES que escribir a la de YA! – insistió la vocecita. Ok, ok – respondí no muy convencido.

Las palabras encierran poder y magia, son fuente de alegría y de dolor; con ellas aprendemos, negociamos, vendemos, aconsejamos, nos equivocamos, nos enamoramos, nos convencemos de nuestro potencial y nuestra debilidad. Con ellas contamos la historia de nuestra vida, nos motivamos hacia adelante y también nos mantenemos presos.

Una de las formas más comunes que tenemos de perder libertad es usando una simple palabra de cinco letras: “tengo”. Se ve y suena bastante inocente, pero cuidado, su poder es enorme.

Hagamos la prueba, repítete despacito: “tengo que lavar los trastes”… a no ser que seas una de esas pocas personas a quienes les apasiona esa actividad, lo más probable es que junto con la frase haya llegado una sensación de estar obligado, de no tener opciones, de que te están haciendo manita de puerco, de falta de libertad. Ahora añádele “tengo que pagar la mensualidad de la casa”, “tengo que hacer de comer”, “tengo que ponerme a estudiar”, “tengo que recoger a los niños”, “tengo que comprar los regalos del intercambio”, tengo que, tengo que, tengo que. Cada frase es un sutil grillete, un invisible barrote lingüístico. Las personas que se repiten con frecuencia “tengo que” no sólo andan a las carreras, sino que también pierden libertad.

La buena noticia es que cada una de esas frases también es una mentira. No tienes que nada (o que casi nada). Piénsalo, podrías no lavar los trastes, no hacer de comer, ni ponerte a estudiar; no estás obligado, eres libre para elegirlo (tomando en cuenta sus consecuencias, por supuesto).

Durante estos días te invito a hacer el experimento. Observa cómo te comunicas contigo mismo y cada vez que te caches diciendo “tengo que”, cámbialo. Algunas buenas opciones son: quiero, decido, voy, puedo, disfruto, elijo. Haz la prueba, observa que pasa y diviértete; la única regla es no decir mentiras, si no quieres lavar los trastes ¡No lo digas! usa otra frase que tal vez funcione: “decido a lavar los trastes” y nota como te sientes.

Yo por lo pronto VOY a mandar el artículo que ya es viernes. ¡Feliz y liberador día!

Sergio Hernández Ledward
www.facebook.com/SergioHLedward