Utiliza siempre el nombre correcto de las
cosas.
– Albus Dumbledore
¡No friegues! Ya es viernes y no he mandado el artículo, ¡Tengo que
mandarlo pero ya! – eso me estaba diciendo una vocecita interior hace unos
pocos minutos, mientras yo me resistía a
ponerme teclas a la obra. Mi resistencia tenía buenas razones y ni una sola
idea sobre que escribiría.
Peeero: ¡TIENES que escribir a la de YA! – insistió la vocecita. Ok,
ok – respondí no muy convencido.
Las palabras encierran poder y magia, son fuente de alegría y de
dolor; con ellas aprendemos, negociamos, vendemos, aconsejamos, nos
equivocamos, nos enamoramos, nos convencemos de nuestro potencial y nuestra
debilidad. Con ellas contamos la historia de nuestra vida, nos motivamos hacia
adelante y también nos mantenemos presos.
Una de las formas más comunes que tenemos de perder libertad es usando
una simple palabra de cinco letras: “tengo”. Se ve y suena bastante inocente,
pero cuidado, su poder es enorme.
Hagamos la prueba, repítete despacito: “tengo que lavar los trastes”…
a no ser que seas una de esas pocas personas a quienes les apasiona esa
actividad, lo más probable es que junto con la frase haya llegado una sensación
de estar obligado, de no tener opciones, de que te están haciendo manita de
puerco, de falta de libertad. Ahora añádele “tengo que pagar la mensualidad de
la casa”, “tengo que hacer de comer”, “tengo que ponerme a estudiar”, “tengo
que recoger a los niños”, “tengo que comprar los regalos del intercambio”,
tengo que, tengo que, tengo que. Cada frase es un sutil grillete, un invisible
barrote lingüístico. Las personas que se repiten con frecuencia “tengo que” no
sólo andan a las carreras, sino que también pierden libertad.
La buena noticia es que cada una de esas frases también es una
mentira. No tienes que nada (o que casi nada). Piénsalo, podrías no lavar los
trastes, no hacer de comer, ni ponerte a estudiar; no estás obligado, eres
libre para elegirlo (tomando en cuenta sus consecuencias, por supuesto).
Durante estos días te invito a hacer el experimento. Observa cómo te
comunicas contigo mismo y cada vez que te caches diciendo “tengo que”,
cámbialo. Algunas buenas opciones son: quiero, decido, voy, puedo, disfruto,
elijo. Haz la prueba, observa que pasa y diviértete; la única regla es no decir
mentiras, si no quieres lavar los trastes ¡No lo digas! usa otra frase que tal
vez funcione: “decido a lavar los trastes” y nota como te sientes.
Yo por lo pronto VOY a mandar el artículo que ya es viernes. ¡Feliz y
liberador día!
Sergio Hernández Ledward
www.facebook.com/SergioHLedward
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