miércoles, 19 de abril de 2017

El espíritu aventurero


Aventura: Lat. “Las cosas que han de llegar”

¿Qué es lo que impulsa a los grandes aventureros? ¿Qué fuerza en su interior los lleva a dejar la comodidad y lanzarse a lo desconocido? ¿Qué viento sopla dentro suyo hinchando sus velas rumbo a mares y tierras inexploradas?
¿Cuál es el espíritu de los Marco Polo, los Magallanes, los Erik el rojo de aquel tiempo y de este? 

Los aventureros quieren descubrir, sienten una enorme curiosidad. Saben que no saben y eso los anima. Disfrutan aprender del mundo, de los demás, de ellos mismos; se hacen preguntas y más preguntas. Quieren ir –con su cuerpo, con su mente, con su corazón- a donde nadie más ha ido. Son humanos, pues. Tal vez la única diferencia con el resto del mundo es que los aventureros, no sólo sienten curiosidad sino que hacen su maleta, salen de viaje, toman camino.
Los aventureros anhelan descubrir, no forzar que las cosas sean como ellos han pensado. No viajan con una lista de especificaciones esperando que la cascada, la montaña, el río, los demás, la vida se comporte como debería comportarse. Van a descubrir, no a verificar. Así que el asombro los acompaña, son como niños abriendo los ojos redondos como platos; la fascinación y la sorpresa son sus mejores amigos. Dejaron atrás el deseo de control y las expectativas.

Por supuesto que los aventureros son valientes. Hay que serlo para aventurarse en lo desconocido, para salir de viaje y vivir. No es que no tengan miedo o que sean descuidados, por el contrario: ponen atención, reconocen sus temores y siguen avanzando. A veces se dicen “Aquí está otra vez el miedo -mi viejo amigo- ¡Que interesante!” y le invitan un café o una copa de vino, charlan, intercambian regalos y prosiguen el viaje. Los aventureros son lo suficientemente valientes para equivocarse mucho.
Pero si algo distingue a los aventureros, es que están vivos; saben que no durarán por siempre, así que se recuerdan de vivir. Buscan el disfrute de lo sencillo: caminan descalzos sobre la tierra, miran la luna y las estrellas, sonríen con una flor, una puesta de sol o con la risa de un niño, dan abrazos, se ensucian la camisa, siguen trepando por lo alto.

La palabra aventura viene del latín y en sí misma es profética, significa “lo que ha de venir”. El aventurero lo sabe. ¿No es así?

Sergio Hernández Ledward

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