Aventura: Lat. “Las cosas que han de
llegar”
¿Qué es lo que impulsa a los grandes aventureros? ¿Qué fuerza en su
interior los lleva a dejar la comodidad y lanzarse a lo desconocido? ¿Qué
viento sopla dentro suyo hinchando sus velas rumbo a mares y tierras
inexploradas?
¿Cuál es el espíritu de los Marco Polo, los Magallanes, los Erik el
rojo de aquel tiempo y de este?
Los aventureros quieren descubrir, sienten una enorme curiosidad.
Saben que no saben y eso los anima. Disfrutan aprender del mundo, de los demás,
de ellos mismos; se hacen preguntas y más preguntas. Quieren ir –con su cuerpo,
con su mente, con su corazón- a donde nadie más ha ido. Son humanos, pues. Tal
vez la única diferencia con el resto del mundo es que los aventureros, no sólo
sienten curiosidad sino que hacen su maleta, salen de viaje, toman camino.
Los aventureros anhelan descubrir, no forzar que las cosas sean como
ellos han pensado. No viajan con una lista de especificaciones esperando que la
cascada, la montaña, el río, los demás, la vida se comporte como debería
comportarse. Van a descubrir, no a verificar. Así que el asombro los acompaña,
son como niños abriendo los ojos redondos como platos; la fascinación y la
sorpresa son sus mejores amigos. Dejaron atrás el deseo de control y las
expectativas.
Por supuesto que los aventureros son valientes. Hay que serlo para
aventurarse en lo desconocido, para salir de viaje y vivir. No es que no tengan
miedo o que sean descuidados, por el contrario: ponen atención, reconocen sus
temores y siguen avanzando. A veces se dicen “Aquí está otra vez el miedo -mi
viejo amigo- ¡Que interesante!” y le invitan un café o una copa de vino,
charlan, intercambian regalos y prosiguen el viaje. Los aventureros son lo suficientemente
valientes para equivocarse mucho.
Pero si algo distingue a los aventureros, es que están vivos; saben
que no durarán por siempre, así que se recuerdan de vivir. Buscan el disfrute
de lo sencillo: caminan descalzos sobre la tierra, miran la luna y las
estrellas, sonríen con una flor, una puesta de sol o con la risa de un niño,
dan abrazos, se ensucian la camisa, siguen trepando por lo alto.
La palabra aventura viene del latín y en sí misma es profética,
significa “lo que ha de venir”. El aventurero lo sabe. ¿No es así?
Sergio Hernández Ledward
www.facebook.com/SergioHLedward
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