jueves, 4 de mayo de 2017

¡Condenada indiferencia!


Si no soy yo, entonces ¿Quién?
Si no es ahora, entonces ¿Cuándo?

6:00 de la tarde en la recepción de un consultorio médico. Tres parejas –bueno, cuatro incluyéndonos a mi esposa y a mí- dos de ellas sonrientemente embarazadas, una asistente administrativa chaparrita, una secretaria bien atareada, una enfermera y tres chamacos, entre ellos mi hija de casi cinco años. Para ser un consultorio médico, el ambiente estaba bastante relajado hasta que un grito rompió por completo la tranquilidad del sitio, mi esposa dio un brinco a la velocidad del rayo y yo di otro un poquito menos rápido; mi hija se había quemado un dedito al servirse agua del dispensador de agua fría y caliente que estaba frente a nosotros, nada grave sólo doloroso. El grito y después el llanto duró buen rato.
Minutos después salimos del lugar asombrados, tristes, enojados… Ni una sola persona preguntó si estaba bien, nadie se acercó no digamos a ayudar, ni siquiera a decir “pobrecita”, es más ni siquiera recibimos miradas reprobatorias por ser un par de padres desnaturalizados que dejan que su hija se sirva sola el agua y se chamusque el dedo. La respuesta fue total indiferencia, valemadrismo, anestesia; el mensaje fue claro “no te conozco, no me importas”

Pero no me malentiendas, amigo lector, no escribo esto para quejarme, lo escribo para recordarme a mí mismo –y con un poco de suerte recordarte a ti también- que necesito sacudirme la anestesia. No quiero ser indiferente, quiero hablar en plural y sentir que formo parte de un “nosotros”, quiero que me duela y que me alegre lo que NOS ocurre, para serte sincero con frecuencia se me olvida y regreso al pequeño singular donde sólo me importo yo y lo mío. Así que hoy quiero tomar el grito de mi hija como un llamado a despertar, como un llamado a evitar la indiferencia y como un recordatorio de que las cosas verdaderamente valiosas sólo tienen significado cuando se plantean desde el plural; las palabras más bonitas requieren de un nosotros: amor, amistad, gratitud, generosidad, empatía, paz, juego, vida e incluso libertad NOS necesitan.

Como los alcohólicos anónimos, yo sólo por hoy voy a terminar con la condenada indiferencia; no importa si “hoy” dura sólo los siguientes cinco minutos. Sólo por hoy tenderé la mano, sólo por hoy tendré palabras amables para los que no conozco, sólo por hoy imaginaré que juntos podemos cambiar las cosas.

Sergio Hernández Ledward

www.facebook.com/SergioHLedward